sábado, 21 de mayo de 2011

Narrar, contando lo que quiero contar

¿Y si mirará el fondo azul de aquel paisaje todos los días, podría entender el valor de la magia que trae consigo el horizonte? Definitivamente Valeria estaba intrigada, muy emocionada, plácidamente cómoda en aquel sillón en el que todas las tardes podía  imaginar historias asombrosas cargadas de ilusión.
Valeria a su corta edad ya conocía la forma de convencer al mundo, su padre llegaba después de una dura jornada a ver el atardecer junto a ella, no pronunciaban palabra alguna, él se sentaba junto a la pequeña y en un enternecedor abrazo, el ocaso los cubría, y después de estar soñando por mucho tiempo con los ojos abiertos, recordaban a su madre, a la esposa fiel, a la mujer ejemplar que se representaba en el cielo con el cual su amor volvía por unos segundos.







En ese lugar lejano del que aún guardo algunos recuerdos, se encontraba la dama más hermosa que nadie pudo ver jamás, realmente nadie la pudo ver, aunque caminará entre la multitud, aunque se asomará al mundo con rutina apasionada, aunque buscará lo que nunca encontró. Nadie la veía porque sencillamente nadie busco en ella lo que necesitaba realmente.
Salomé  tenía 20 años, era una mujer decidida, valiente, con muchos sueños por cumplir, pero su gran problema era el corazón tan frágil que no sabía cómo fortalecer. Siempre tenía problemas porque no podía diferenciar entre amor y amistad, y su falta de discernimiento la convertía en un manojo de tristeza.
Tuvo etapas difíciles debido a este gran problema, pues el corazón latía tan fuerte cuando se aproximaba a alguien que creía sería su príncipe azul, pero se desinflaba y cubría de dolor cuando se alejaba el supuesto amor de su vida.
Después de que su corazón se dañara y aparentemente se arreglara una y otra vez, Salomé tuvo un encuentro que la marcaría por siempre, una luz brillante la detuvo en el camino hacia la vida que llevaba, un resplandor cubrió sus ojos y la atmosfera se puso densa y blanca, a su alrededor no había nada más que un suave color difuminado, con olor a rosa y manzanilla. En ese momento sintió realmente que su cuerpo no tenía ningún peso, en ese momento el sentimiento que la apagaba se aliviano y se convirtió en seguridad, ya nada la haría temer, nada la haría creer que en otros se encontraba su propia imagen.


Si tu mirada quedará grabada en su memoria
seguramente te querría más.
Si tus manos llenaran sus sueños
te hablaría más.
Si tus ojos iluminaran su camino
te perseguiría sin cesar.
Pero no te quiere,
no te habla,
no te persigue,
simplemente porque hoy ya no te piensa.


Sorpresa,  sonrisa, ternura
Manitas llenas de dulzura.
Amor, paciencia, fortaleza,
niña que llena mi cabeza.


Mi madre encuentra la felicidad
cuando yo la encuentro,
cuando yo vivo algo hermoso
lo vive a través de mi experiencia.
Mi madre ora por mí,
incluso cuando yo solo oro por mí misma.
Mi madre me daría el mundo entero
Si fuese capaz.




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